...el detalle, el suspiro...

jueves, 7 de mayo de 2009

Confesiones de una mujer Barbuda. (Primera y penúltima parte)


Hola, ¿Qué tal? Soy una mujer del centro de España, aunque ahora vivo en un pequeño pueblo al norte de Francia. Tengo barba. Si ¿algún problema? No se ni como ni porqué comenzó a salir en mi adolescencia. Pero ahora bien, tampoco me importó. Cuando tenia allá por los catorce años ya se comenzaba a divisar en por encima de mi labio una prominente y amenazante pelusilla rubia, aterradora a la vez que inofensiva. Por aquel entonces todavía todos los de mi dichoso colegio jugábamos con barbies, y claro, ya sabéis como son los chicos, unos cabrones. Si, así es, todos ellos, pues ahora pasa igual con mi hija. Volviendo a lo que iba, pintaban tetas y bigotes en las pizarras (sucia maquina despreciable de hacer relatos infantiles de la gente) -que, por cierto, desde entonces las odio-, un día llegaron con bigotes todos los de la clase pintados en la cara, me regalaban barbies con mostacho por mis cumpleaños, en fin, miles y miles de irrevocables insensateces. Pero yo, con una mentalidad y madurez inusitada para la edad que tenía, (y de la que me luzco cada vez que puedo) seguí con mi pequeño bigotillo sin complejo ni espejo reprobador. Cuanto me podía reír cada vez que veía las lágrimas resbalar sobre sus ojos cuando la malsonante y ruidosa “cera” arrancaba de un tirón batallones y batallones de frágiles pelos. Todavía me rio de ellas. Joderse. El otro día hice la cuenta: tengo cuarenta y cuatro años, si hubiera empezado a depilarme desde los quince llevaría veintinueve años en la labor, y pensando que al menos una vez al mes lo haría, veintinueve por doce son trescientas cuarenta y ocho veces, más todas las extras de verano etc. pongamos que habría ido unas cuatrocientas cincuenta veces, a veintiún euros la sesión habría gastado mas de nueve mil euros en quitar los bellos, hermosos y delicados cabellos de mi cuerpo. En fin, una gilipollez. Pues a lo que iba, pasé una infancia feliz, por mi madurez, claro está, en otro momento os contare como la alcancé con cinco años viviendo con mi abuela (¿os he nombrado ya lo madura que era para mi edad no?), y ya el resto de tiempo la gente me confundía, no sabía si era hombre o mujer, por los turgentes y prominentes pechos más las caderas, que según más de un amigo me comentó, eran deliciosas, sumado a la barba de criar pájaros que había encontrado reposo en la tez de mi cara. Esa era yo. Continuo la historia, pues en esa época, por la poca vida social que tenía, que no quiere decir que no estuviera siempre paseando por las calles y delirando por los bares, no pasó nada que merezca la pena contar. La cuestión es que el dia 14 de abril (interesante y casual fecha) del 91 fui a ver una obra de teatro a un teatro (obviamente) (perdonen las manchas del papel pero un desalmado hipócrita acaba de volcarme su whiskey barato por encima, mierda). Sorprendida al finalizar la obra -en la que se representaba la historia de cómo dos tristes payasos se enamoraban en la vida en el circo- bajé, con mi delirante y exótica barba a hablar con los actores. Ellos, que a la vez eran los directores, productores, guionistas y especialistas de la compañía, quedaron de repente sorprendidos conmigo, pero a la vez dichosos, pues para mi suerte y por obra de dios (que yo siempre lo representé como una barba gigante) buscaban una chica como yo, pues formaban parte a su vez de una compañía de circo que se estaba forjando en Barcelona capital. Yo, feliz, y como si las estrellas me hubiesen iluminado, acepté el contrato, sin pensarlo, y pasé a formar parte de esa maravillosa vida en el circo. Era mi momento. Las barbas habían hablado. Era el momento de celebrarlo y por ello para esa noche cree una majestuosa trenza en mi barbilla con objeto de lucirla ante mis asombrados amigos –todos unos frikies- . Los días y los meses pasaron tan veloces como soplaba el viento, no había desdicha, no había odio, no había absolutamente nada perverso, solo imaginación, color, vida, y eso sí, mucho arte entre nosotros. Inventábamos mil una esculturas, construíamos tropecientas mil obras de teatro, cantábamos, danzábamos, y, sobre todo reíamos y hacíamos reir.
(No se vayan sin leer la segunda parte o no comprenderan nada)

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