...el detalle, el suspiro...

jueves, 18 de febrero de 2010

Soneto VII

(Inciso)


Querer ahogar lo bello de la noche,
matar los ritmos lentos del camino
como Barro soñó ser tu destino,
y en la vida vagar como fantoche.

Seré el humo viejo de los coches
cuando al atar mis manchas al vestido
de las damas del cielo, clandestino,
y el mundo así me mire y me reproche.

De símbolos llené presto el legado
de una vida de muerte desgastada,
con viejas ropas, sucio y demacrado

Para ofrecer el rapto en madrugada,
cuando tu hiel oscura cambie el prado,
y tu nombre consiga, rosa y daga.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Canto VI


Me dispongo a marchar ahora por la llanura asceta,
donde cantaré a todas las hojas muertas,
acarrearé la verdad heredada
desmintiendo mi presencia en este mundo.

Enviaré cartas a las aves
que actuarán de mensajeras llevándolas a tiempos perdidos,
inmemorables odas vendrán entonces a mi mente
y haré que se marchite el veneno de mi sangre.

Sonarán pianos chocar contra las paredes de todos los montes
y su grotesca melodía silbará en mis oídos,
como hace el rumor del rio
en la mañana fría, áspera y encerrada del invierno.

Abrazaré la cicuta y te necesitaré,
caminaré estepariamente solo por países que no serán mi hogar,
te necesitaré sin forma a mi lado,
cómo la cicuta me acompañará en el viaje.

Habré regresado lento y hastiado de valles claros y altos,
para ahora apreciar el pesado camino
que, descalzo, anda bajo mis pasos,
cómo omnipresente mensajeros de piedades lejanas.
Descansarán las hojas de los arboles otoñales
sobre mi espalda, y seré lobo.
Beberé de ríos sin sed y apagare los fuegos,
las señales y los caminos.

Me marcharé lejos, al lado del vino solitario,
y marcharé tan lejos como lejos se van las aves,
o como lejos te lleva la alondra al despertar
o el ruiseñor en la noche.
No hablaré de nada, ni tan siquiera lloraré,
serán odios lentos y amados,
amados cuadros de escenas baratas,
de hotel en el barro, donde el alma llora a quien falta.

Un momento pido,
un instante,
un sorbo,
sólo.

La lengua descansará hastiada donde el veneno la embriague,
y mis labios serán poemas de personas vanas,
de llantos felices que detestaré y desearía ver enterrados,
serán versos amargos de ferias lejanas.
Me dispondré a caminar bajo el cielo de esta ascética llanura.
Amaré las piedras y calmaré mi llanto exaltado.
Aclararé el camino hacia ningún lugar,
y recobraré la melodía de himnos infinitos.

Comprenderé el significado de antiguas canciones,
de baladas que las plantas escribían a mi paso,
gozaré babilónico de símbolos que han sido dejados a mi paso por el diablo,
y le tenderé mi mano amiga.

Un momento pido,
un instante,
un sorbo,
sólo.

Nunca más necesitaré de cuerpos donde desenterrar llantos,
y hablaré tocando las puertas de un cielo interior,
de una isla clara que en el verano cerrado calló.
Recogeré los libros de vuelta a casa.

Y en mi huida lejana recordaré tiempos florentinos,
romanas tempestades, y vientos franceses,
aires cargados de mansedumbre abochornante,
o baladas interpretadas por un piano que choca con los montes.

La voz de ella será…ay… será mi todo.
Susurrará en las nubes mientras me mire redonda y opaca,
vigilando los caminos de heno de puñales,
de gentes grises y de farolas apagadas.

De vuelta estaré en una tierra donde el viento antes rompía los ramos,
y descolgaba tenue la leve poesía del alma,
añorando siempre, sólo, y siempre,
el color de plata de un enamorado.

Será como tres minutos de dulce musicalidad,
de risas, lloros y vueltas a lo oscuro.
Viendo caer las hojas del otoño uno cree ver el azul del mar,
los acantilados, que chocan con las olas, como la hoja en mi hombro quiere posarse

Crees reinar sobre corazones de escarcha,
y solo gritas por volver a la vida.
Y te encuentras de nuevo sobre poemas de ascetas,
en tierras de polvo y tiempo.

Una huida pedí sólo,
sólo una,
solo.

¿He de hablar triste de aquella a quien se llevaron las golondrinas?
Si ellas la cogieron, ella cogió la frialdad del invierno,
el calor del verano,
la pausa otoñal y el fervor de la primavera.

Mi temprano vals se bailaba solo, en el bosque,
rodeado de hojas caídas y tiempos muertos,
en derredor de viejas cavilaciones,
y barro en las botas.

Sería beldad mi poesía para decorar las mansiones
si en ella no hubieras estado, si lejos de mi nunca hubieras amado,
y en soledad me lamento y ando lento por valles de tiempo,
escuchando violines que cantan a los pianos y entorpecen las nubes y al sol.

Calienta demasiado el rio,
y revolotean demasiados oros grises y verdes,
demasiado veneno rojo de tu perfume exhalo,
donde los besos vuelan pero no pueden llamar, ni clamar, ni soñar

Será como el viento que pasa por este valle de poetas muertos,
donde despacio narra historias la locura a los días y noches de trampas.
Será lejos, como en un viejo valle asceta de tierra y polvo,
lejos, donde solo se respire veneno, amor y muerte.







martes, 16 de febrero de 2010

Canto V, Tríptico Deleitoso, Margen Derecho y final.


- Eterno ,te dejo a un lado, no me enseñas a amar,
tus lagrimar de mar a olvidar no me enseñaron,
cansados negros y henchidos cuerpos en mi cultivaron
como en la perfección de la vida, también los males, se han de dar,
como el que gobierna sobre estos prados,
deja en la tierra “Mal”.

Desgastada vanidad, perfección pasajera,
me despido de tus entrañas, alma de vicio,
antes caer por eternos precipicios,
que a la pus de tus gotas agarrar mi edad.
Me marcho,
no comprendo estos cantos.

Me venzo, ante un cansado paso,
ante el jardín del iluminado altar,
ante el sacrificio de sacro pilar,
con el amar vivo me marcho.
¡Mirad como ahora canta alegre la sierpe.
en lo alto de aquel árbol de blanco fuego!

¡Cómo cruza los eternos cielos la ballena blanca,
sobre la mirada atónita del que sueña en este llano!
¡Cómo crees poder alcanzarla con tu mano,
si tus pasos sobre el camino del mar andan!
Aguanta tus risas,
coge velocidad.

¡Mirad además el rojo fuego de los frutos,
el sexo aullando en libertad,
a los monos bramando habéis de mirar,
con el sol traicionado por el cuerdo Bruto,
mientras la noche corre rápido,
y éste anda dolorido!

Orgias fálicas, fálica eternidad,
antepasados y padres rien del día,
tan burlona como amarga es la vía,
del paso de la lisonja a la cruel, como media, felicidad.
Recuerdo de hombres, para la salvación,
para una eterna espera, olvido y piedad.

Mas, ¿Qué importa aquí habitar?
Larga vida, procesión de profesión,
carreras viciadas, y juventud en flor,
carreras sin hambre y aun así ¿libertad?
No llanto del vivo al muerto,
si no del muerto al vivo, por vivir.

Así, crecer a sombras con otro Sagrado,
a su lado siempre estar,
Mas ¿Qué importa aquí habitar?
No hay felicidad, ni Amor atado,
ni hay luz, ni color,
pues sin tierra, nunca hay mar.

¡No quiero el cielo para mí!
Prefiero hablar de vicios, como olvidar,
cantar a un ave, que pasará,
Mirar las tres cabezas de un jardín,
alabar a un ruiseñor,
a las alas del mundo.

Ahora, miles de almas en mi se fijan,
la luz por mí no pasa cuando hablo,
el calor de plata de los sueños,
y mis ojos, como antaño, por última vez miran.
¡Gritar a los hombres, y a las tierras yerman,
al fuego ermitaño y a países de ascetas!

miércoles, 10 de febrero de 2010

Canto IV, Tríptico Deleitoso, Tabla Central


¡Allí queda la gran laguna central,
la procesión de ingentes formas,
del mago la negra magia,
un gran coliseo inmortal,
de barro y oro,
de algo sano disfrazada!

¡Oh, mira los castillos de curvas,
las perlas del reciente neonato,
el viento con alas de Pegaso,
el jardín de la quimera desfalada,
la cabeza de rana del cerdo,
el amarillo ungüento de la nata!

Y ¿Quién vigila estos pecados?
Ni el tiempo, ni el alado mar,
tampoco Amor, con su crin blanca,
Ni Júpiter, ni su hijo resucitado,
caballos de cera,
madera y estaño.

Mas, quien aquí llego,
derecho tiene a respirar el aire
comer todos los frutos del fraile,
mas no del centro su calor,
árbol de plata,
árbol del centro.

Haya los rinocerontes y sus cuernos de bronce,
las ninfas, las aguas y las sirenas,
los peces alados y sus fonemas,
los ríos y bosques del poblado monte.
El llanto de espumas
de unicornio informe

- ¿De dónde vienes extranjero,
que tu sombra atada a ti conservas,
como si se tratase de un dulce collar,
cuando no es más que un estorbo pasajero,
de una vida llena de pasiones,
de pecado y de celo?

- Es la vida que me trae aquí
antes que de morir llegase mi tiempo,
cual inmortal poeta conseguir del barro oro,
al ver las plantas que aquí tienen raíz,
alimentadas por estas aguas,
de este jardín.

Pero vuestro nombre desconozco
y aun así desmiento tu belleza,
ya que tan rauda vida, con tal delicadeza
gasta la virtud y eterniza lo tosco,
hallando en la eterna balada
tan vana alegría.

¿Qué daño hiciste a los infiernos
que al no vivir insanamente
un cuidado demonio, honestamente,
no te quiere alberga en su averno?
¿Acariciaste lo sano,
cuidaste en salud?

¡Qué mortal y cruel desvarío
el no aprovechar, como de la luna,
la cara oculta de vidas y espumas,
dejar tus actos en vulgar río,
olvidar las sierpes infectas
con la prisa de sus cuerpos!

- Osadía veo en aletargar tu acto,
deja a un lado tu sombra que
bien se nota su compañía pues
osadía veo en quien habitó el Parnaso,
conserva el sendero y no el camino,
diferente laguna traerá tu ruta.

Que diferente barquero tu corazón enfrente
deseo con luz de un mundo cabal,
para así distinto acto tu cuerpo soportará.
y recibirás, para ti vana, la gloria del omnipotente.
descrita en fuego
por su contrario ardiente.










Canto III, Tríptico Deleitoso, Margen Izquierdo


¿Veis correr el aire gimiendo cansado,
la fresa infecta,
el roto rostro de las gacelas,
los cansados lagos hastiados
de mundo, de carne
y naufragios?

¡Oh, mirad el calor demacrado,
que llora arriba de las frías montañas
al lado de los jubones, de la solitaria escarcha
y de los teñidos vestidos de vestal dorado,
que dejó de vestir
el maníaco bufón!

¡Alternar vuestras obscenas miradas
entre los cuerpos desnudos
y los muertos alados
mordiendo juntos nueces de plata,
mientras abrazan flores
entre sus brazos!

¡Asquearos al mirar los vientres
a la luz del mundo
cuando el rey del cielo
sobre ellos se posa desobediente,
con dos estrellas de noche,
con un insecto del barro!

Legó delirando en barca
de los lodos del averno.
Vomitó Lüzbel y parió
de su bello vientre un ángel la tierra
¡Infecta el paraíso,
oh, dulce brisa de invierno!

Donde matan las gaviotas
recoge su gozo lo humano
donde se mata lo mundano
de azúcar se viste la sal.
Donde la ballena no mata
comienza el tigre a caminar.

 
Allí, cuando al verte de ropas cansado
das tus primeros pasos para cazar,
¡Correr de las horas, al cordero sacrificad!
escuchas suave rumor
cuerpo informe,
extrema belleza.

Al fondo de la tumba el galán está,
el endeble pequeño,
el pequeño osado,
con todas sus pinturas en libertad
cual grisáceo cuento
cual cruento en sacro altar.

Junto al calor de unos brazos,
junto a de mi rosa la raíz,
de mis huesos su pasado y su lombriz,
al frío bien calado.
Entra de cabeza y mira,
¡Embárcate por Olvido!

Ríe presto ahora, que ves de verde
campos, selvas, tras metopas,
que eran oscuras, raudos se desternillan
altos claros, brisa que canta, al verte.
Lúgubre la noche,
coloridos los puentes.

Mira, que no hay sombras,
desespera en tu intento,
llena tus días de esperpento,
que no canta la penumbra.
Así llena tus días largos
de vanidad vacía.

Moldea tus sombras cual ella,
para mirarla demasiado oscuro
del que mata espejo mismo
moldea tus sombras cual ella
ríe al tiempo que llores
llora al tiempo que huyes.

martes, 9 de febrero de 2010

Canto II



Basura y flores muertas,

humo saliendo de las altas cabezas,

torres que se consumen

en espirales de fuego

y una luz negra que todo lo apaga.



El mesías colgado de la luna,

con sus ensangrentados ojos mirando

a los muertos, que, en el cieno,

gritan suplicando no salir,

a los vivos, apuñalándose por morir.



Veo los dragones decapitados

los desplumados ruiseñores,

el alma de las plantas ahogada,

la sangre confundida con carmín,

en labios de muertas y sucias ratas.



El mar, rojo, sigue siendo mar,

bajo un cielo, ciego, que ha dejado de serlo

por no ver el grito de quien huía,

el llanto de quien reía,

el pretérito de la voluntad.



Y bajo el yugo de estos dos,

De estas entidades belicosas

Nacía la muerte de todas las muertes,

La señora del bello caos, bello,

De la informidad informe, pero clara.



Así, con el permiso del creador,

Me dispongo a asesinarlo,

Tras haber quemado el mundo

En las hogueras y en los bosques

Para no dejar hojas verdes ni lluvia.



Justo tras haber visto llorando a las aves,

Pidiendo piedad, para después arrancar

Sus ojos claros para llevarme

A la boca algo que morder,

Mientras el dedo me señalaba.









Y ahora, ¡átame con anillos,

Que yo ya hice un pacto con otro caído,

Que yo ya clavé mi daga

Para despedazar mi dicha,

Y ver cara a cara el fuego de mi vientre!



¡oh, divino! ¡No podréis

Hacer que coman mi hígado,

Ya que he destruido las montañas, el hierro,

La vida y todas tus obras!

De este modo te muestro la mía



Mi gran obra, en esta pira funeraria

Sin redención de pecado,

Ni pecado retentivo, ni epifanía.

Miro tus ojos, mientras quemo tus hechos

A merced de los míos



Porque desde este momento te desafío

Te reto, arrasando tu informe mundo.

Venzo el destino, el rito

Y la libertad pasajera

A mi lado me acompaña otro príncipe



¿tienes angelical ejército?

Úsalo, y sube al monte donde me hayo

He calcinado tu obra

Que bajo mis pies se consume

Oyéndose gritos, pidiendo salvación



¿Quién te recordará entonces?

¿Quién te invocará, muerto de miedo?

¿Qué cobardía usaras conmigo?

Basura, flores muertas,

Y dos espirales de humo negro.



Muerte, sangre, tú y yo.

Baja y mátame, o abré de esperar

Sobre los restos de

Tu mundo podrido, podrido,

Negro, negro, pira que arde

Tu o yo.



Y muerte, muerte, odio, odio,

Y es porque me dejaste solo creador.

Pero descubrir que para crecer hay que morder



Y la razón me alimenta,

Tu fuego se extingue con un árbol



Aunque mientras,

Mi osadía me atormenta,

Por la incertidumbre ante tus actos

Y pido, aun matando con mis manos,

Redención



Tú o yo, o los dos, tú o yo.

Canto I


Ya no se vivir.

Ya no sé hacer nada desde que acabo el otoño,

Desde que mintió noviembre

Y el sonido de las hojas no era el de antes.



Ya no se vivir.

Miro al cielo y creo ver amaneceres

Cuando no ha acabado la noche.



Confundo los tiempos,

Las prisas, el licor dulce.

Confundo también las miradas,

El respiro y ahora hasta el olvido.



Miro el tiempo que no pasa,

Las viejas en los bancos

Y los barcos encallados.



Ya no se vivir.

El riesgo a ello no me inquieta,

Como no lo hace la bala de la recamara.



El tiempo apremia y juego con él.

Pero no se vivir,

Ni morir,

Como nunca supe montar a caballo.



Tampoco he sabido decirte nada al oído,

Como no supe construir barcos de papel.

No entregué rosas sin espinas,

Tampoco vomite cartas de invitación.



No quise recitar los versos como era debido

Y de ese modo conseguir

Retrasar el invierno.



Los astros siguieron su curso

Mientras las ventanas se cerraban.



La luz de tus pupilas se apagó con el día,

Y en la noche del alma

Son otras estrellas las que brillan.



Y ya no se vivir,

Como tampoco sé

Subir los escalones

O bajar las rampas.



Como no se discutir

Con las golondrinas

O atarme a las muñecas

Nudos tan fuertes

Que me transporten

Muy lejos.



Hablar de alegría

Se me hace eterno

Y llorarle me resulta común.



No le di whiskey a mi vida

Por no emborracharla,

Pero ¿Quién soy yo

Si quiere beber?



Adelante y juega a la ruleta rusa,

Escríbele cartas versificadas

A quien te ama

Y a quien quieras

Ama hasta la muerte.



Aguanta con el rumbo fijo.

Más olvida todo aquello

Que te dé la sensación de vida.



Deja a un lado el alma,

La moral y hasta tu cuerpo.

Mata tus nervios

Y acuchilla tus pasiones.



Pero aprende bien los versos

Y acomete tu última batalla.

Porque al no vivir

No importa el morir,



Que al amar mata

Cuando muere el resto del mundo.



Deja a un lado la naturaleza

Y acoge con los brazos abiertos

El fuego infernal,

Acomete injurias contra dioses

Y castiga a quien olvide cantar.



Llora por las calles secas

Que olvidaron saber recitar.

Enriquece las muertas calaveras

Y abona con humor de plata

Los venenos dorados del oro.



Que tú ya no sabes vivir

Pero intentas abonar

Con aroma de fresas

El camino hacia tu edifico.



Aunque mientras que ríes lloras

Y mientas lloras deliras y sueñas.



Olvida los acuses de vejez,

La casación de los minutos lentos,

El sintagma

Con recíprocos verbos en plural,

Las conjugaciones

Y hasta los juegos de genitivo singular.



Mira al oriente y espera el mar.

Mira el horizonte e intenta ver el sol,

aunque solo veas la niebla llegar.



Olvida el mundo y quien lo habita,

Olvida hasta el respirar,

Aunque la única bendición del humano

En ella se escriba

Y el primer resorte de la paz

Sin ella está.



Adormece a las musas calientes

Deja lejos la brisa del bar,

Los malos humos, la buena vida,

El camino y el andar,

El comer, el vino, las flores

Y hasta los carruseles



Ya no se vivir, me dice ahora y siempre la espuma fría

Ya no se vivir, me digo cada noche al en el espejo verme.

Ya quiero recitar, de tal manera,

Que inmortalizado en el cielo,

junto a las esferas tu nombre se halle,

aunque grandes sacrificios sean deuda.