...el detalle, el suspiro...

domingo, 19 de diciembre de 2010

Ahora, en el albor, el viento y los pétalos,
las aceras y los improvisos, el aqui y el ahora,
las negras calles, el agua en la cara, los pianos,
las tempestades y todas y cada una de los hojas dormidas,

revelan, de nuevo, con un susurro lento y sincero,
el total parcial de las verdades que la luz, ennegrecida,
 no dejaba paso.

jueves, 28 de octubre de 2010

Comprensión

Sentir, por los campos azules, la noche,
la reina negra.

Sentir el segundo, y el infinito,
allá donde acaba el horizonte.
C’ est la comprehesión de l’âme.

martes, 12 de octubre de 2010

Ríos de plata y asfalto

Ego, aquí y ahora, sin variaciones intensas en la trayectoria, tan deicida, moralicida, egocida, lunaticida, fraticida, cogito-ergo-sum-cida et piramicida como siempre,  y, quizás en ese momento, un tanto sacricida, acomodado sobre la barca azul que mece las olas de este río tan de alquitrán, tan de sol, tan de tierra, tan de regreso al hogar, colgado de las melódias de los saxos, de los pianos en los árboles, sin contar el espiritú de esas guitarrras que entraron en mi cabeza tras ser atropelladas por el gigante.


Y entre estas cavilaciones, tan de calle oscura, tan de cristal empañado, en esta muerte del ser y del mundo, traspasado por los metafísicos puentes, sus metefísicas horcas, y sus incombustibles puñales, entre esos pájaros alados y el mundo y el sol poniente me encontré al chico, que apenas levantaba tres palmos del suelo, asustado, agazapado un tanto, pero con los ojos más abiertos que jamás haya visto, asombrado por el paso del coloso ante sus ojos, apretando fuerte la mano de su abuela, al lado, como un golpe duro y seco de “Don’t stop live”.

No tuve más remedio que sentir:

- Joder.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Un absurdo...

(atardecer con vos)
Un movimiento absurdo,
un respirar de emociones vanas y yermas
que danzan sin ritmo en una hoguera sin culpables.

Un absurdo,
un soliloquio dentro de la exaltación,
la consumición, la extrapolación,
la expresión, la maduración, la canción
la inspiración, el horror, la vomitera,
la llantera, el dolor o el amor,
la borrachera, la estratosfera, el bien,
o el cielo, o la tierra o el mar…

Un movimiento absurdo,
un movimiento de bienes y ocio,
de tigre devorando las claves y haciendo
aceite en la espuma y en el mar,
devanando los sesos, las manos, los muñones,
la sangre,
el tigre,
lo absurdo,
lo razonable,
la sin razón,
la hipérbole…

Un absurdo ,
una correspondencia autónoma
intacta tras el paso de los años,
una rutina de vienes y voy, y novedad,
y una rutina de viernes en viernes,
noches en noche, seis en el seis,
y nunca las siete y nunca el cielo,
y nunca el juego de dioses,
y nunca lo corriente,
y nunca la repetición,
y nunca tu o nunca yo.

Un movimiento absurdo
de moscas en la basura, de ¿dónde estás?
de sombra en los cristales,
de ventanas por donde tirarse,
de ¿de donde estás?
del reino inefable, eterno inenarrable
de ventanas por donde tirarse,
de tirarse con la casa por ella,
de tirarse con la ventana por ella,
de tirarse con el marco por ella,
de tirar mi vida por ella,
de tirar por ella,
de ella,
ella

Un movimiento indescriptible,
un movimiento conjunto,
un movimiento absurdo,
de razón irrazonable,
de ver detrás de los ojos.

Un movimiento que es nuestro movimiento y no hay más,
y da igual que sea movimiento
y da igual el tiempo
y da igual la sombra, el mar
y da igual…

y yo, mas yo,
y y tú mas tú
y yo, y yú
y to y tú

Cada vez menos yo y cada vez menos tú,
cada vez menos “ellos” porque cada vez mas “nosotros”
y da igual la casa, y la ventana,
y que nos hallamos tirado,
y que hallamos tirado la casa,
y la ventana,
y el vacio,

Porque el movimiento no será o no es o hacemos que sea
cada vez menos absurdo ,
porque el movimiento de estos puntos de luz extranjera
que no sabemos bien si cometas, planetas, estrellas,
basura espacial, nave, acero, materia o antimateria,
judía, cristiana, negra, blanca, roja, verde, terrestre,
extraterrestre, cromada, exacromada, yuxtacromada,
decromada…
Es cada vez un movimiento menos absurdo en el espacio
y estas figuras eternas, minúsculas,…
forman nuestra figura, nuestro lento abrir de ojos,
nuestro sueño ligero y cotidiano,
nuestra elevación infinita…
Un ritmo absurdo en la razón
que hace danzar por hogueras, memorias,
recuerdos, lauras, beatrices, madonas, magas,
helenas, ítacas, peumayén, oxímoron, y paradojas,
desequilibrio y equilibrio, piratas y princesas,
soldados y enfermeras, borrachos y camareras,
amor y odio, dolor y muerte, calor y barro.
Un ritmo absurdo que protege nuestros pies al danzar por la hierba
y por el fuego,
que protege al calor del vino, al calor de las rosas,
una melodía exasperada que ruge desde la profundidad de la tierra,
un ritmo, un movimiento, un llanto y una alegría,
rosas muertas que salen del cesto
siempre luchando contra la nada, una vida,
una vida
siempre luchando contra la nada
que nos barrera
y que mas da.

Como hablar fallando y sin sentido es
en efecto es precisamente la sabiduría
este mundo que no se entiende sin mente
una de las cosas mas bellas, y eros es amor
y sin ti, y sin tus noches, noches reciprocas que
respecto de lo bello, de suerte que es forzoso

no me puedes decir con palabras, y si las dices
que eros sea amante de la sabiduría, y, como es
bien sabes que no las creeré, que la piel engaña
amante de la sabiduría, se halla
y el cuerpo, y la mente, y todo es falso
a medio camino entre

y no nos vemos, como no nos sentimos,
sabio e ignorante…
pues la luz que nos une es tan absurda, que podríamos
ser moscas, o dos puntos de luz que dibujan
nuestras absurdas figuras sin sentido en el aire
de la noche, en los días, dibujando sin vernos la más
absurda de las figuras, como el lenguaje, que no

dice nada, y sin embargo nuestra figura,
como este juego opaco, del que me dispone Cortázar
para explicar como desde lo absurdo todo es
entendible, y te quiero…

Me paro, saboreo el aire…

Respiro
(-Mira, cierra los ojos,
somos una estela..)

Que el mundo está ahí fuera, ( o no está)
y nada se entiende, y no hay redes, ni lienzos…

domingo, 8 de agosto de 2010

Desde la ceniza el barro se huele frío, las hojas que no caen,
Y ya hace tiempo de ello,


Y desde dentro, desde cada rincón, se vuelven a desdibujar
De gris las esquinas,
De sombras tus oscuras curvas y de aceite tu calor,

La tiza azul que pinte el cielo, que mientras, el perfecto movimiento de mis manos,
Empolvará de rojos los rostros, los soles, nuestras pasiones...
Pintarán las cajas la armonía de colores de la madre Naturaleza,
Crearán las calles por las que pasearemos
El verde de los arboles será escarlata,
Que así lo decidiremos,
Y nuestros cuerpos serán de oro y sombras, y no perderemos en ellas
Y en ellas nos perderemos...

Sin que sea osadía, navegaremos en barcas, sobre cielos quietos,
Sobre noches de Sant-Germain des-Prés,
Y postales en el Pont des Arts,
Sin que sea osadía, serán versos,
Más que falsos, más que reales,
Teniendo siempre el extraño miedo a convertirte en palabras,
A dibujarte en tizas, a colocar puentes paradójicos sobre el pilar de nuestras
Verdades cotidianas,
Y seremos dibujantes, y seguiremos quitando el barro de las esquinas
Y perdiéndonos en rincones, y haciendo del beso puro nuestro único hecho palpable.

Sobre la suciedad de los portales crearemos espejos
en el sueño, alejados del amor, alejados de la razón,
Alejados de ti, y de mí, alejados de cuerpos, sensaciones y pasiones,

Nos embarcaremos en un mundo en el que ya no podremos decidir
Y la tiza dibujará nuestras camas, y nuestros lechos, y
Confundiremos realidad y poesía,
Seremos pequeños seres, estelas y el universo de las aguas,
Meteoros que se funden en contacto con nuestra pequeña capa de sustancia material innombrable
Óxidos, rubidios, cesios y magnesios, réquiem del sueño, dónde jamás estaremos juntos
Más que por azar, y el azahar será quien nos encamine al reposo.
Y la tiza seguirá sus caminos, y la noche la verá dibujar todas sus formas
Bajo los puentes, sobre las ciudades, en todas las afueras,
Extrayuntándonos y yuxtaponiéndonos en las alfombras
que han creado las hojas durante Noviembre,
porque cambiaremos el curso de las estaciones.
Y seremos dibujantes, y así el arquitecto de la tiza nos moverá en lo onírico.

Pero la noche avanza, y en el día la guitarra del barrendero
Descubre los últimos clochards borrachos de medio litro de amor y vino,
Los últimos alborotos, los últimos animales, las últimas lunas,
La madrugada de camareros y taxis a la rutina.
Pero la noche avanza, y en el día la guitarra del barrendero,
O la tromba de agua de este día gris y nublado, puede hacer añicos nuestro imperio
nuestro cuadro, nuestro poema,

Y la tiza seguirá su camino, mas de vuelta a la caja, dispuesta a recomenzarlo todo
A amarlo todo, en nuestro próximo día, en nuestro próximo atardecer,
Dispuesta a recomenzarlo todo,
A amarlo todo de nuevo, a conocer nuestras sombras de nuevo,
Y escudriñar el oro de nuestras jugadas de amor de nuevo, como por primera vez,
Dispuestos a recomenzarlo todo
Confundiremos los versos con lo cotidiano,
Y las horas serán nuestras…

domingo, 18 de julio de 2010


Ella, quien me dibuja los ríos
de color malva oro
para que yo los nade
bajo este sol caduco,
temeroso por haber descubierto
las miles de golondrinas deseosas de impregnar
el azul del cielo con su tinta,
regalándote esta media luna gitana,
en nuestro pequeño círculo polar.

Ella, quien me dibuja los ríos
de esta ciudad hastiada ya de mundo
Y yo, que cada vez más firme los recreo,
entre las calles que no saben distinguir la noche y el día,
entre los versos y los árboles,
entre las palabras y los lagos,
entre el mar y los bosques…

Y, cada vez, en este rincón,
se echan más en falta las horas siguientes,
las estaciones y el calor de los tranvías,
el asfalto dorado y los momentos eternos,
porque echarte en falta, a cada instante,
es más echarte en falta,
y porque amarte, con cada instante,
bajo estos mil cielos,
sobre estos mil ríos,
es más amarte, simplemente
Un verbo puro…

domingo, 11 de abril de 2010

Como el gitano vaga...

Hablemos de esas hojas escondidas bajo los pasos, del aletear del viento, de yeguas que caminan despacio entre los coches y de hombres desnudos entre la multitud. Hablemos del desgarrador lamento del gitano que vaga tan lejos como descalzos lleva sus pies, de valles de ascetas, de caminos y prados inhabitados. Hablemos de poesía, cantos y baladas. También mencionemos el agua no potable que sale por nuestros grifos, la escasez de munición en las despensas, el olor del tabaco desgastado y el huir de los pájaros de las ventanas. Subamos y bajemos cuestas sin que nadie nos vea y volvamos a plantarnos tras las sombras de los altos edificios. Y nadie nos verá. Hablemos de tiempos lejanos que no nos han tocado vivir, de florencias que musitaron himnos eternos. Hablemos de lobos sin sed, de mediocridad vacía, de grandes esperanzas rotas. Pensemos en grandes nevadas y pequeños murciélagos muertos en ellas. Colores que callan mueren sin ser visto en cuadros escondidos en la niebla, en combinaciones extrañas entre elementos y en cálidos momentos de un segundo. Y el tiempo huye de yeguas, hojas, pies, valles, sombras y pájaros que vuelan. La inmensidad se queda demasiado grande al lado de gigantes vacios, y el vacio se llena demasiado rápido si viene algún pájaro a nuestra ventana. Hablemos de esas fotos en blanco y negro y de camas deshechas. Hablemos de mirar a la calle y que nadie nos oiga. Y callemos. Y callemos. Y elijamos este lado amargo del mundo, esta cara oculta de la luna, este puente sobre nuestras cabezas, estas cabezas tan cerca de la nada. Y callemos para poder fijarnos en cada una de las flores del inmenso jardín, que hasta hace poco habíamos despreciado. Miremos lejos y que el viento nos guíe. Miremos las hojas, las yeguas grises y los gitanos que vagan amando el mundo. Despreciemos el resto, la morralla pérfida, y el huir de las estaciones. Despreciemos el resto, el cantar de tus paredes cercanas y la multitud que baila en ritmos de nadie.

domingo, 14 de marzo de 2010

Canto VII



Ante los pájaros cantan unas velas sobre una muralla,
altos son sus muros y rojas sus miradas,
mientras, carroña en fuego lento se consume por su cima,
son locos los guardias que no aguantan las palabras.

Realmente no hay nada más lento que el camino,
que sube y sube por senderos que se desconocen.
Realmente no hay nada más hermoso que el camino,
y los llantos de sus pájaros que traspasan todas las batallas.

¡Despiérteme alguien del otro lado!
¿Hay alguien ahí?
¿Quién sabe cómo andan los pasos?, ¿Quien salta estos muros?,
Mientras, a lo lejos, me llama una estatua de oro
enfrentada eternamente a las puertas de un cielo escondido.

Hay luces negras y linternas que todo lo apagan a mi lado,
y por ello no consigo ver nada en la lejanía, sólo las manos.
Tampoco veo mi rostro ni las alas a mi espalda,
no veo el muro, solo las velas que lo coronan con luz marchita.

Frente a mi un estallido de fuerzas eternas y rostros de nada,
rostros de nada que acicalan el aire y embriagan el tiempo,
aunque realmente nada puedan hacer, ni yo podré escuchar, ni clamar.
Realmente la hierba mojada apesta pero el sendero es sumamente hermoso.

¿Veo murallas? ¿Límites de piedra?
¡Decid que no habitantes de la ciudad sin nombre!
¡Vengo desde lejos tras muros de fuego y la piedra ahora me impide el paso!
¿Dónde el alma y el corazón roto que salta la vida?

¡Oh, vida que me traes tan lejos!,
¡Oh, pájaros!, ¡Oh, velas de fuego!,
Quemad la cera de mis alas e impedir el vuelo
que yo solo no sé entrar.

Aguanta las palabras portero y no esquives la mirada,
huidiza la estatua de oro que el páramo señala,
sin señalar el camino correcto,
enviándome de vuelta, lejos de nada.

Ante los pájaros cantan las velas sobre la muralla,
altos son sus muros y rojas sus miradas,
carroña en fuego lento se consume por su cima,
locos los guardias que no aguantan las palabras.

Habladme de la noche viejos caducos,
habladme de la vida recién nacidos,
habladme del amor perros vigía,
habladme del alma velas endebles.

Escucho el oro, pero he de sucumbir,
destrozado ante un muro eterno,
ante ciudad que no comprendo,
ante céfiros advenidos de otros páramos.

Yo escribí paisajes de todas las endes,
arranqué la sustancia misma de los ríos,
agarré fuerte ante la lluvia mi sobrero,
y ante esto tan sólo me siento desnudo, lejano,
lejano, como el ave del edén.

Escucho el oro, pero he de sucumbir,
dejando un cuerpo negro, desnudo y muerto,
bajo las velas de mi entierro,
que me cercan sin pedirme razones,

¿Cuándo será el juicio que castigue mis actos?
Decidme cuándo, o dónde, y marcharé rápido hacia allí,
porque necesité los troncos de un árbol, para sobrevivir en el frío
pero no supe cortarlo, ni aún estando ante mí y suplicando que lo hiciera.

¿Más castigo puede haber que el arrepentimiento eterno?
Si yo ahora me encuentro vació y cansado,
ante velas que funerariamente alumbran mi camino,
después de haber andado todos los senderos,

¿Más castigo?
Quizás no, y por ello
¡Oh, ciudad déjame lejos de tu seno,
aléjame de tus gentes y tu aroma
aléjame de mi alegría perenne!

Señálame y hazme contar cada ladrillo de tu muro,
déjame ver la fachada negra de en tu noche sombría,
ante las puertas del Edén hazme llorar como el primer hombre
y desear en este caso el haber mordido las manzanas doradas.

Haz, ¡oh, bendito muro!,
de la prisión onírica de mis sueños,
un castillo de humo en la corona del cielo,
un suspiro sin tiempo que desespere en derredor mío.

Me ves roto, y cansado,
lejos de tus puertas, y lejos de tus guardias,
Me ves roto y cansado,
viendo árboles que quedaron lejos y llamas
que ante mí preparan.

Aguarda solo unos siglos más,
aguarda solo unos siglos más,
esperando que rompa tu inefable rito,
esperando que rompa tu inefable rito.

Quisiera poder convertir el mío,
en un arquitecto, y crear plumas,
con que saltar mi pesada carga,
aun arriesgándome a la caída,
cuándo las velas derritan mi cera.

Pero es que es tan larga la senda,
tan hermoso el camino,
que aunque apeste la hierba
me hace volver a mirar atrás.

A él, a él le pido que conceda a mi sonrisa una última noche,
que me consiga acercar al comienzo de mis pasos,
y, arropado por el manto lloroso de las nubes del burgo,
navegue valiente por el río que desciende hasta su centro.

Descubrí pronto el barco en el que había viajado,
pronto vi en aquel momento el castigo de mi asesinato,
supe que la suerte me había dejado de lado,
y fue entonces cuando concebí un grito perfecto,
como el de la Tierra Madre al nacer.

Realmente no hay nada más lento que el camino,
que sube y sube por senderos desconocidos.
Realmente no hay nada más hermoso que el camino,
que ahora me deja paso, como el pájaro entre la batalla.

martes, 9 de marzo de 2010

Elegía a la experiencia.

Un canto de tierra seca que mueve los océanos,
debilita y devora teatros y a sus espectadores,
movido por la bruma.

Entonces es cuándo el sol nace y muestra el Símbolo,
como nunca antes nada podía haberlo desdibujado,
como contradicción absoluta.

Entonces es cuándo la noche toda lo invade,
y comienza el sueño, como rezo y canto,
y comienza el sueño, siempre nuevo,
siempre nuevo, como el mar y su espuma.

jueves, 18 de febrero de 2010

Soneto VII

(Inciso)


Querer ahogar lo bello de la noche,
matar los ritmos lentos del camino
como Barro soñó ser tu destino,
y en la vida vagar como fantoche.

Seré el humo viejo de los coches
cuando al atar mis manchas al vestido
de las damas del cielo, clandestino,
y el mundo así me mire y me reproche.

De símbolos llené presto el legado
de una vida de muerte desgastada,
con viejas ropas, sucio y demacrado

Para ofrecer el rapto en madrugada,
cuando tu hiel oscura cambie el prado,
y tu nombre consiga, rosa y daga.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Canto VI


Me dispongo a marchar ahora por la llanura asceta,
donde cantaré a todas las hojas muertas,
acarrearé la verdad heredada
desmintiendo mi presencia en este mundo.

Enviaré cartas a las aves
que actuarán de mensajeras llevándolas a tiempos perdidos,
inmemorables odas vendrán entonces a mi mente
y haré que se marchite el veneno de mi sangre.

Sonarán pianos chocar contra las paredes de todos los montes
y su grotesca melodía silbará en mis oídos,
como hace el rumor del rio
en la mañana fría, áspera y encerrada del invierno.

Abrazaré la cicuta y te necesitaré,
caminaré estepariamente solo por países que no serán mi hogar,
te necesitaré sin forma a mi lado,
cómo la cicuta me acompañará en el viaje.

Habré regresado lento y hastiado de valles claros y altos,
para ahora apreciar el pesado camino
que, descalzo, anda bajo mis pasos,
cómo omnipresente mensajeros de piedades lejanas.
Descansarán las hojas de los arboles otoñales
sobre mi espalda, y seré lobo.
Beberé de ríos sin sed y apagare los fuegos,
las señales y los caminos.

Me marcharé lejos, al lado del vino solitario,
y marcharé tan lejos como lejos se van las aves,
o como lejos te lleva la alondra al despertar
o el ruiseñor en la noche.
No hablaré de nada, ni tan siquiera lloraré,
serán odios lentos y amados,
amados cuadros de escenas baratas,
de hotel en el barro, donde el alma llora a quien falta.

Un momento pido,
un instante,
un sorbo,
sólo.

La lengua descansará hastiada donde el veneno la embriague,
y mis labios serán poemas de personas vanas,
de llantos felices que detestaré y desearía ver enterrados,
serán versos amargos de ferias lejanas.
Me dispondré a caminar bajo el cielo de esta ascética llanura.
Amaré las piedras y calmaré mi llanto exaltado.
Aclararé el camino hacia ningún lugar,
y recobraré la melodía de himnos infinitos.

Comprenderé el significado de antiguas canciones,
de baladas que las plantas escribían a mi paso,
gozaré babilónico de símbolos que han sido dejados a mi paso por el diablo,
y le tenderé mi mano amiga.

Un momento pido,
un instante,
un sorbo,
sólo.

Nunca más necesitaré de cuerpos donde desenterrar llantos,
y hablaré tocando las puertas de un cielo interior,
de una isla clara que en el verano cerrado calló.
Recogeré los libros de vuelta a casa.

Y en mi huida lejana recordaré tiempos florentinos,
romanas tempestades, y vientos franceses,
aires cargados de mansedumbre abochornante,
o baladas interpretadas por un piano que choca con los montes.

La voz de ella será…ay… será mi todo.
Susurrará en las nubes mientras me mire redonda y opaca,
vigilando los caminos de heno de puñales,
de gentes grises y de farolas apagadas.

De vuelta estaré en una tierra donde el viento antes rompía los ramos,
y descolgaba tenue la leve poesía del alma,
añorando siempre, sólo, y siempre,
el color de plata de un enamorado.

Será como tres minutos de dulce musicalidad,
de risas, lloros y vueltas a lo oscuro.
Viendo caer las hojas del otoño uno cree ver el azul del mar,
los acantilados, que chocan con las olas, como la hoja en mi hombro quiere posarse

Crees reinar sobre corazones de escarcha,
y solo gritas por volver a la vida.
Y te encuentras de nuevo sobre poemas de ascetas,
en tierras de polvo y tiempo.

Una huida pedí sólo,
sólo una,
solo.

¿He de hablar triste de aquella a quien se llevaron las golondrinas?
Si ellas la cogieron, ella cogió la frialdad del invierno,
el calor del verano,
la pausa otoñal y el fervor de la primavera.

Mi temprano vals se bailaba solo, en el bosque,
rodeado de hojas caídas y tiempos muertos,
en derredor de viejas cavilaciones,
y barro en las botas.

Sería beldad mi poesía para decorar las mansiones
si en ella no hubieras estado, si lejos de mi nunca hubieras amado,
y en soledad me lamento y ando lento por valles de tiempo,
escuchando violines que cantan a los pianos y entorpecen las nubes y al sol.

Calienta demasiado el rio,
y revolotean demasiados oros grises y verdes,
demasiado veneno rojo de tu perfume exhalo,
donde los besos vuelan pero no pueden llamar, ni clamar, ni soñar

Será como el viento que pasa por este valle de poetas muertos,
donde despacio narra historias la locura a los días y noches de trampas.
Será lejos, como en un viejo valle asceta de tierra y polvo,
lejos, donde solo se respire veneno, amor y muerte.







martes, 16 de febrero de 2010

Canto V, Tríptico Deleitoso, Margen Derecho y final.


- Eterno ,te dejo a un lado, no me enseñas a amar,
tus lagrimar de mar a olvidar no me enseñaron,
cansados negros y henchidos cuerpos en mi cultivaron
como en la perfección de la vida, también los males, se han de dar,
como el que gobierna sobre estos prados,
deja en la tierra “Mal”.

Desgastada vanidad, perfección pasajera,
me despido de tus entrañas, alma de vicio,
antes caer por eternos precipicios,
que a la pus de tus gotas agarrar mi edad.
Me marcho,
no comprendo estos cantos.

Me venzo, ante un cansado paso,
ante el jardín del iluminado altar,
ante el sacrificio de sacro pilar,
con el amar vivo me marcho.
¡Mirad como ahora canta alegre la sierpe.
en lo alto de aquel árbol de blanco fuego!

¡Cómo cruza los eternos cielos la ballena blanca,
sobre la mirada atónita del que sueña en este llano!
¡Cómo crees poder alcanzarla con tu mano,
si tus pasos sobre el camino del mar andan!
Aguanta tus risas,
coge velocidad.

¡Mirad además el rojo fuego de los frutos,
el sexo aullando en libertad,
a los monos bramando habéis de mirar,
con el sol traicionado por el cuerdo Bruto,
mientras la noche corre rápido,
y éste anda dolorido!

Orgias fálicas, fálica eternidad,
antepasados y padres rien del día,
tan burlona como amarga es la vía,
del paso de la lisonja a la cruel, como media, felicidad.
Recuerdo de hombres, para la salvación,
para una eterna espera, olvido y piedad.

Mas, ¿Qué importa aquí habitar?
Larga vida, procesión de profesión,
carreras viciadas, y juventud en flor,
carreras sin hambre y aun así ¿libertad?
No llanto del vivo al muerto,
si no del muerto al vivo, por vivir.

Así, crecer a sombras con otro Sagrado,
a su lado siempre estar,
Mas ¿Qué importa aquí habitar?
No hay felicidad, ni Amor atado,
ni hay luz, ni color,
pues sin tierra, nunca hay mar.

¡No quiero el cielo para mí!
Prefiero hablar de vicios, como olvidar,
cantar a un ave, que pasará,
Mirar las tres cabezas de un jardín,
alabar a un ruiseñor,
a las alas del mundo.

Ahora, miles de almas en mi se fijan,
la luz por mí no pasa cuando hablo,
el calor de plata de los sueños,
y mis ojos, como antaño, por última vez miran.
¡Gritar a los hombres, y a las tierras yerman,
al fuego ermitaño y a países de ascetas!

miércoles, 10 de febrero de 2010

Canto IV, Tríptico Deleitoso, Tabla Central


¡Allí queda la gran laguna central,
la procesión de ingentes formas,
del mago la negra magia,
un gran coliseo inmortal,
de barro y oro,
de algo sano disfrazada!

¡Oh, mira los castillos de curvas,
las perlas del reciente neonato,
el viento con alas de Pegaso,
el jardín de la quimera desfalada,
la cabeza de rana del cerdo,
el amarillo ungüento de la nata!

Y ¿Quién vigila estos pecados?
Ni el tiempo, ni el alado mar,
tampoco Amor, con su crin blanca,
Ni Júpiter, ni su hijo resucitado,
caballos de cera,
madera y estaño.

Mas, quien aquí llego,
derecho tiene a respirar el aire
comer todos los frutos del fraile,
mas no del centro su calor,
árbol de plata,
árbol del centro.

Haya los rinocerontes y sus cuernos de bronce,
las ninfas, las aguas y las sirenas,
los peces alados y sus fonemas,
los ríos y bosques del poblado monte.
El llanto de espumas
de unicornio informe

- ¿De dónde vienes extranjero,
que tu sombra atada a ti conservas,
como si se tratase de un dulce collar,
cuando no es más que un estorbo pasajero,
de una vida llena de pasiones,
de pecado y de celo?

- Es la vida que me trae aquí
antes que de morir llegase mi tiempo,
cual inmortal poeta conseguir del barro oro,
al ver las plantas que aquí tienen raíz,
alimentadas por estas aguas,
de este jardín.

Pero vuestro nombre desconozco
y aun así desmiento tu belleza,
ya que tan rauda vida, con tal delicadeza
gasta la virtud y eterniza lo tosco,
hallando en la eterna balada
tan vana alegría.

¿Qué daño hiciste a los infiernos
que al no vivir insanamente
un cuidado demonio, honestamente,
no te quiere alberga en su averno?
¿Acariciaste lo sano,
cuidaste en salud?

¡Qué mortal y cruel desvarío
el no aprovechar, como de la luna,
la cara oculta de vidas y espumas,
dejar tus actos en vulgar río,
olvidar las sierpes infectas
con la prisa de sus cuerpos!

- Osadía veo en aletargar tu acto,
deja a un lado tu sombra que
bien se nota su compañía pues
osadía veo en quien habitó el Parnaso,
conserva el sendero y no el camino,
diferente laguna traerá tu ruta.

Que diferente barquero tu corazón enfrente
deseo con luz de un mundo cabal,
para así distinto acto tu cuerpo soportará.
y recibirás, para ti vana, la gloria del omnipotente.
descrita en fuego
por su contrario ardiente.










Canto III, Tríptico Deleitoso, Margen Izquierdo


¿Veis correr el aire gimiendo cansado,
la fresa infecta,
el roto rostro de las gacelas,
los cansados lagos hastiados
de mundo, de carne
y naufragios?

¡Oh, mirad el calor demacrado,
que llora arriba de las frías montañas
al lado de los jubones, de la solitaria escarcha
y de los teñidos vestidos de vestal dorado,
que dejó de vestir
el maníaco bufón!

¡Alternar vuestras obscenas miradas
entre los cuerpos desnudos
y los muertos alados
mordiendo juntos nueces de plata,
mientras abrazan flores
entre sus brazos!

¡Asquearos al mirar los vientres
a la luz del mundo
cuando el rey del cielo
sobre ellos se posa desobediente,
con dos estrellas de noche,
con un insecto del barro!

Legó delirando en barca
de los lodos del averno.
Vomitó Lüzbel y parió
de su bello vientre un ángel la tierra
¡Infecta el paraíso,
oh, dulce brisa de invierno!

Donde matan las gaviotas
recoge su gozo lo humano
donde se mata lo mundano
de azúcar se viste la sal.
Donde la ballena no mata
comienza el tigre a caminar.

 
Allí, cuando al verte de ropas cansado
das tus primeros pasos para cazar,
¡Correr de las horas, al cordero sacrificad!
escuchas suave rumor
cuerpo informe,
extrema belleza.

Al fondo de la tumba el galán está,
el endeble pequeño,
el pequeño osado,
con todas sus pinturas en libertad
cual grisáceo cuento
cual cruento en sacro altar.

Junto al calor de unos brazos,
junto a de mi rosa la raíz,
de mis huesos su pasado y su lombriz,
al frío bien calado.
Entra de cabeza y mira,
¡Embárcate por Olvido!

Ríe presto ahora, que ves de verde
campos, selvas, tras metopas,
que eran oscuras, raudos se desternillan
altos claros, brisa que canta, al verte.
Lúgubre la noche,
coloridos los puentes.

Mira, que no hay sombras,
desespera en tu intento,
llena tus días de esperpento,
que no canta la penumbra.
Así llena tus días largos
de vanidad vacía.

Moldea tus sombras cual ella,
para mirarla demasiado oscuro
del que mata espejo mismo
moldea tus sombras cual ella
ríe al tiempo que llores
llora al tiempo que huyes.

martes, 9 de febrero de 2010

Canto II



Basura y flores muertas,

humo saliendo de las altas cabezas,

torres que se consumen

en espirales de fuego

y una luz negra que todo lo apaga.



El mesías colgado de la luna,

con sus ensangrentados ojos mirando

a los muertos, que, en el cieno,

gritan suplicando no salir,

a los vivos, apuñalándose por morir.



Veo los dragones decapitados

los desplumados ruiseñores,

el alma de las plantas ahogada,

la sangre confundida con carmín,

en labios de muertas y sucias ratas.



El mar, rojo, sigue siendo mar,

bajo un cielo, ciego, que ha dejado de serlo

por no ver el grito de quien huía,

el llanto de quien reía,

el pretérito de la voluntad.



Y bajo el yugo de estos dos,

De estas entidades belicosas

Nacía la muerte de todas las muertes,

La señora del bello caos, bello,

De la informidad informe, pero clara.



Así, con el permiso del creador,

Me dispongo a asesinarlo,

Tras haber quemado el mundo

En las hogueras y en los bosques

Para no dejar hojas verdes ni lluvia.



Justo tras haber visto llorando a las aves,

Pidiendo piedad, para después arrancar

Sus ojos claros para llevarme

A la boca algo que morder,

Mientras el dedo me señalaba.









Y ahora, ¡átame con anillos,

Que yo ya hice un pacto con otro caído,

Que yo ya clavé mi daga

Para despedazar mi dicha,

Y ver cara a cara el fuego de mi vientre!



¡oh, divino! ¡No podréis

Hacer que coman mi hígado,

Ya que he destruido las montañas, el hierro,

La vida y todas tus obras!

De este modo te muestro la mía



Mi gran obra, en esta pira funeraria

Sin redención de pecado,

Ni pecado retentivo, ni epifanía.

Miro tus ojos, mientras quemo tus hechos

A merced de los míos



Porque desde este momento te desafío

Te reto, arrasando tu informe mundo.

Venzo el destino, el rito

Y la libertad pasajera

A mi lado me acompaña otro príncipe



¿tienes angelical ejército?

Úsalo, y sube al monte donde me hayo

He calcinado tu obra

Que bajo mis pies se consume

Oyéndose gritos, pidiendo salvación



¿Quién te recordará entonces?

¿Quién te invocará, muerto de miedo?

¿Qué cobardía usaras conmigo?

Basura, flores muertas,

Y dos espirales de humo negro.



Muerte, sangre, tú y yo.

Baja y mátame, o abré de esperar

Sobre los restos de

Tu mundo podrido, podrido,

Negro, negro, pira que arde

Tu o yo.



Y muerte, muerte, odio, odio,

Y es porque me dejaste solo creador.

Pero descubrir que para crecer hay que morder



Y la razón me alimenta,

Tu fuego se extingue con un árbol



Aunque mientras,

Mi osadía me atormenta,

Por la incertidumbre ante tus actos

Y pido, aun matando con mis manos,

Redención



Tú o yo, o los dos, tú o yo.

Canto I


Ya no se vivir.

Ya no sé hacer nada desde que acabo el otoño,

Desde que mintió noviembre

Y el sonido de las hojas no era el de antes.



Ya no se vivir.

Miro al cielo y creo ver amaneceres

Cuando no ha acabado la noche.



Confundo los tiempos,

Las prisas, el licor dulce.

Confundo también las miradas,

El respiro y ahora hasta el olvido.



Miro el tiempo que no pasa,

Las viejas en los bancos

Y los barcos encallados.



Ya no se vivir.

El riesgo a ello no me inquieta,

Como no lo hace la bala de la recamara.



El tiempo apremia y juego con él.

Pero no se vivir,

Ni morir,

Como nunca supe montar a caballo.



Tampoco he sabido decirte nada al oído,

Como no supe construir barcos de papel.

No entregué rosas sin espinas,

Tampoco vomite cartas de invitación.



No quise recitar los versos como era debido

Y de ese modo conseguir

Retrasar el invierno.



Los astros siguieron su curso

Mientras las ventanas se cerraban.



La luz de tus pupilas se apagó con el día,

Y en la noche del alma

Son otras estrellas las que brillan.



Y ya no se vivir,

Como tampoco sé

Subir los escalones

O bajar las rampas.



Como no se discutir

Con las golondrinas

O atarme a las muñecas

Nudos tan fuertes

Que me transporten

Muy lejos.



Hablar de alegría

Se me hace eterno

Y llorarle me resulta común.



No le di whiskey a mi vida

Por no emborracharla,

Pero ¿Quién soy yo

Si quiere beber?



Adelante y juega a la ruleta rusa,

Escríbele cartas versificadas

A quien te ama

Y a quien quieras

Ama hasta la muerte.



Aguanta con el rumbo fijo.

Más olvida todo aquello

Que te dé la sensación de vida.



Deja a un lado el alma,

La moral y hasta tu cuerpo.

Mata tus nervios

Y acuchilla tus pasiones.



Pero aprende bien los versos

Y acomete tu última batalla.

Porque al no vivir

No importa el morir,



Que al amar mata

Cuando muere el resto del mundo.



Deja a un lado la naturaleza

Y acoge con los brazos abiertos

El fuego infernal,

Acomete injurias contra dioses

Y castiga a quien olvide cantar.



Llora por las calles secas

Que olvidaron saber recitar.

Enriquece las muertas calaveras

Y abona con humor de plata

Los venenos dorados del oro.



Que tú ya no sabes vivir

Pero intentas abonar

Con aroma de fresas

El camino hacia tu edifico.



Aunque mientras que ríes lloras

Y mientas lloras deliras y sueñas.



Olvida los acuses de vejez,

La casación de los minutos lentos,

El sintagma

Con recíprocos verbos en plural,

Las conjugaciones

Y hasta los juegos de genitivo singular.



Mira al oriente y espera el mar.

Mira el horizonte e intenta ver el sol,

aunque solo veas la niebla llegar.



Olvida el mundo y quien lo habita,

Olvida hasta el respirar,

Aunque la única bendición del humano

En ella se escriba

Y el primer resorte de la paz

Sin ella está.



Adormece a las musas calientes

Deja lejos la brisa del bar,

Los malos humos, la buena vida,

El camino y el andar,

El comer, el vino, las flores

Y hasta los carruseles



Ya no se vivir, me dice ahora y siempre la espuma fría

Ya no se vivir, me digo cada noche al en el espejo verme.

Ya quiero recitar, de tal manera,

Que inmortalizado en el cielo,

junto a las esferas tu nombre se halle,

aunque grandes sacrificios sean deuda.