...el detalle, el suspiro...

martes, 14 de abril de 2009

BANALIDAD DE LAS NUBES


¿Recuerdan esas insolentes nubes de esos insolentes días grises del invierno? ¿Recuerdan su pesada cortina alada que impide que los esforzados rayitos de sol puedan llegar a nuestros ingenuos ojos, muchas veces consiguiendo que los borráramos de nuestra corta memoria temporal, que pase inadvertida su presencia? Estas molestas nubes modifican todos los colores, todas las forman. Originan mundos irreales, sabrosos al paladar, perfumados, incoloros, apagados. El éxtasis mental al que no llevan produce nuestra desilusión, nuestra vagancia, nuestra dejadez. Nos apartan de buscar el sentido de su formación, nos apartan de cualquier tipo de inquietud más allá de su mera banalidad. Adormecen con su halo, amontona a las masas y las adiestra a su modo y manera. El poder de su droga nos extrae el cerebro, nos chupa el alma, la conciencia y la razón. Somos zombis mansos que no chillan para que se vaya, que no levanta su voz más que para “ir tirando”, que no busca nada más. Y si las mantenemos, si continuamos con ellas, los jóvenes que vienen tras nosotros seguirán bajo su dominio, la respiraran entremezclada con el oxigeno. Nadie levantará cabeza cuando esas nubes hayan conseguido llegar a todo rincón, cuando hayan ocultado todo el cielo azul, cuando nadie -por su extensión- consiga ver el sol. Una vez inventé un hombre, que escribiendo versos sobre la educación, encontró nubes por todos lados. Una vez lo inventé, y no me arrepiento, pues ahora empieza a soplar para que se vayan.