...el detalle, el suspiro...

sábado, 26 de diciembre de 2009

Soneto VI


A las calles ciegas, mudas, de París,

Culpables de no sabernos retener,

Escribo, hablándoles de merced

Un soneto, mil aguas, que sentí


En un sueño, quizás, te descubrí,

Soñando, quizás, rebelde te amé

Escribiendo “entonces”, te aguardé

Y aún espero aunque, ya, te perdí.


Olvidar el mar, que, a veces, escuchó

Olvidar volar, y quedar en tierra

Olvidarte a ti y olvidar el tiempo


Para sentirte cerca al decirte amor

Y elevarnos altos, dejar la arena

Tú conmigo y el destino ahogado.

Soneto V


Sangre, mátame y dime que no sangre,

muérdeme y siénteme blanco marfil,

que de tu boca me llevaré el perfil

sin sentirlo, pues siento no matarte.


Tiempos, someterme a vuestro estandarte,

obligadme y podré así sentir,

mas te negaré, que hace tiempo vi

tu rango de asesino denigrante.


Déjame bajo tierra seca atado,

alimento para el ave rapaz,

cual negro pasto de tu negro verso.


Cansado mártir en monte arraigado,

desplumado de razón pertinaz,

y del viejo halo de oscuro beso.

martes, 22 de diciembre de 2009

SONETO IV


Dos lámparas queman el negro incienso,
dos historias, diente viejo, viejo vals,
baile ahogado, tierra seca y el mar,
gorra verde, verdes versos y confieso.

Cielo blanco, llora tierra, mi verso,
llora nieve y el blanco océano. Mirar.
Tus miradas dan silencio y no más,
suaves pasos, tu tan viva, yo muerto.

Pluma negra, me callabas, me callé,
de caricias hace tiempo me separas
con tu humo, con tu tiempo, sin café.

Sin la vida de árboles, tus miradas
construí, con dos hojas. Así te creé.
No hay labios, ni estúpidas palabras.

Negro manto blanco


Bajo un negro manto blanco
el sol pierde su cordura
de rayos grises tiritando,
de alfombras blancas, fría noche
escondida.

Bajo un negro manto blanco
de grises puertas,
de negras vías.
Sus aceras mojadas gritan:
-¡escondida!

Bajo un negro manto blanco
se deshacen las estrellas,
el niño mata
sus problemas cuando
moría.

Bajo el cielo negro blanco
se oyen campanas
que tiritan,
pájaros que vomitan
su sangre, que salpica

Voces callan con el viento
bajo el negro manto blanco.
Aceras sometidas
a un crucero
por los muertos
de barro.

Almas se ahogan con mi espuma
de mi espuma
paranoide viscerada,
no dan señales que apunten
señaladas direcciones.

Donde el frío me resguarda
no se sienten
ya las máscaras.
No me mires esta cara
negra blanca, de mortaja.

Bajo el cielo negro blanco
y la blanca calle negra,
un poeta, blanco desnudo,
con la negra y fría escarcha,
muere helado,
dulce pena.
14-12

domingo, 20 de diciembre de 2009

Si no te sé decir...


No me disculpes

si no te sé decir,

como un pájaro:

-Vuelve a la alcoba,

a la torre,

al balcón,

a mi vida,

si cuento las horas.


No prometo nada,

ni te aseguro algo.

No te quedes callada

si te miro

y paso,

al reír,

al hablar,

o al cantar,

y me duele el alma.


La luna no te daría,

no la tengo.

Te daría todo lo que tuviera,

no algo más.

Más no,

más nada,

más quilates,

más amor.

Te los daría si cupiese


Ríe y sonríe, Bella,

que tus lágrimas me acongojan.

Escribe callada,

escucha tiernamente,

tu sonrisa dulce,

mis notas,

tus miradas,

una escapada,

nuestras caricias.


El tiempo me las roba

y me hace esperar.

Es la distancia,

la más larga.

Más que las noches

vacías,

mudas,

de oro.


No prometo,

no hablo,

no escribo ni miento.

Disculpa mi silencio.

Para mí

cruento.

Para ti

¿Quién sabe?


No grites callada

que no te puedo oír,

mas cuanto quisiera

del comienzo de tus letras,

del compás,

del corazón,

y de tus pasos.


Como una balada,

no la puedes ver,

ni escuchar.

Lo siento,

pero lo sientes,

cada instante

cazando rumores,

silbidos

al viento.


De este modo

triste, mi Bella,

lanzo mi sentir,

flecha ciega

de destino mudo.

Mar de tierra

y ¿Qué es?


Mas nada sé

¡oh, tierna dama

de cristal rojo!

Más nada sé.

¿Tu sabes?

El tiempo nos escucha

y, quizás,

nadie más.


Mas nada sé.

Ni podría saber

que pasos anda la vida

que caminos

escogen los senderos,

que paisajes

reciben tus miradas,

o de que río

bebes su agua.


Y yo nada sé,

Corazón de terciopelo

Perfume,

y delicada esencia,

jazmín

con otoño en flor.

Estrella de madrugada

el tiempo escucha

separa,

calla

y nos mata.


Lento,

muy lento,

como se alarga éste

al no saber

lo que separa,

pues, de saberlo

¡oh, lánguido!

no lo separaría.


De este modo,

Triste, mi Bella,

silbando,

lanzo mi sentir,

flecha ciega,

de destino mudo,

mar de tierra

y ¿Qué es?


Mas nada sé

de tus pasos.

El tiempo,

triste, mi Bella,

espero que escuche

y acorte sus horas.

Mas nada sé

de la noche

y tu eres estrella.

15-12 01:08

lunes, 14 de diciembre de 2009

Por Antonio Machado

Aunque un poco tarde, ahí va mi pequeño homenaje al magnífico.

POR TIERRAS DE ESPAÑA
El hombre de estos campos que incendia los pinares
y su despojo aguarda como botín de guerra,
antaño hubo raído los negros encinares,
talado los robustos robledos de la sierra.
Hoy ve a sus pobres hijos huyendo de sus lares;
la tempestad llevarse los limos de la tierra
por los sagrados ríos hacia los anchos mares;
y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra.
Es hijo de una estirpe de rudos caminantes,
pastores que conducen sus hordas de merinos
a Extremadura fértil, rebaños trashumantes
que mancha el polvo y dora el sol de los caminos.
Pequeño, ágil, sufrido, los ojos de hombre astuto,
hundidos, recelosos, movibles; y trazadas
cual arco de ballesta, en el semblante enjuto
de pómulos salientes, las cejas muy pobladas.
Abunda el hombre malo del campo y de la aldea,
capaz de insanos vicios y crímenes bestiales,
que bajo el pardo sayo esconde un alma fea,
esclava de los siete pecados capitales.
Los ojos siempre turbios de envidia o de tristeza,
guarda su presa y llora la que el vecino alcanza;
ni para su infortunio ni goza su riqueza;
le hieren y acongojan fortuna y malandanza.
El numen de estos campos es sanguinario y fiero:
al declinar la tarde, sobre el remoto alcor,
veréis agigantarse la forma de un arquero,
la forma de un inmenso centauro flechador.
Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta
—no fue por estos campos el bíblico jardín—:
son tierras para el águila, un trozo de planeta
por donde cruza errante la sombra de Caín.

martes, 1 de diciembre de 2009


Dime dónde estás,
porque intento sonreírte y tu no me ves,
por qué al cruzar la calle
las miradas no miran los coches,
ni miran el suelo, ni el cielo,
que grita aullando tus miradas.

Dime donde estas,
cual fue el momento en el que te perdí
para siempre, sin más.
Cual fue la razón para mirar
el telón que se ponía entre nosotros
mientras el público lloraba triste,
al otro lado.

Mándame una carta,
una vez más, para oírte sin que te calle el viento,
y no beber ahora el veneno
que la sin razón a traído a mis manos,
para saber si tu morirías
a mi lado, cual Julieta.

Mándame una carta,
escribe en ella tus plegarias y la llevaré al cielo conmigo.
Vuelve a tu ventana callada
a leer el guión de nuestra obra,
sin la que jamás yo hubiera existido.
Asestas la puñalada final
si sientas el camino.

Y, ahora, olvidémoslo todo,
las promesas y los remos, las tareas del hogar,
que reían por ti sin rutina.
Olvidemos el sonido del mar, y las olas,
tus manos aladas y mis alas,
las que saltan las elevadas murallas,
bajo peligro de muerte, por hablar.

Olvidémoslo todo,
y arranquemos nuestras plumas una a una,
sin miedo, sin pudor.
Descansemos de la vida y del amor,
despojándonos del alma,
del tiempo y de huidas.

Dime dónde estás,
que no tengo fuerza ni alma para olvidarte,
ni olfato para no oler,
ni tacto para no mirarte,
El destierro de ésta vida me guiará,
si el manto de la noche no nos cubre.

He de morir si lo quieres,
y no prorrogar mi muerte sin tener tu amor,
Dime dónde estás luna inmutable
y el manto de la noche nos cubrirá.
Pero sé que ya no hay cartas,
el olvido no me acecha
y en el cielo no hay estrellas.

Los cipreses me han de proteger
para que en estas calles
la desdicha no gobierne la dicha
el amor no rompa los sagrados lazos del honor
el sol no se vuelva luna
ni mi corazón te rece más una oración

Dime dónde estás Olvido.