...el detalle, el suspiro...

jueves, 15 de octubre de 2009

Espadas de plástico, viento y arena


Y respiras una, dos y hasta tres veces. Ves cómo la larga hilera de luces multicolores se desliza suavemente por encima de tu cabeza, ocultando el brillo de la noche, el color anaranjado de la madrugada, ocultándolo. El asfalto está frío, y la feria, con sus interminables hileras de atracciones coronadas por la colosal noria, está muerta, apagada. Fría también. Algo te acaricia la espalda. Cuando vuelves la cabeza, te das cuenta de que sólo es un folleto de la tómbola, que ahora grita callada, mientras el mundo duerme, y los fantasmas de los niños se pasean agarrados a la sombra de sus padres por la interminable calle ferial, de la que ahora queda tan sólo el viento, el frío, y los papeles de una tómbola desesperada bajo la mirada de la colosal noria. Puede que ya no quieras levantarte del suelo, que tu corazón helado quede pegado a él cuando se descuelgue. Y, sin embargo, bajo los susurros atronadores de la ventisca, todavía se divisan las grotescas melodías de tus himnos juveniles, que ya no son como los fantasmas que ves pasear a tu alrededor, sino que esta vez son reales, o, al menos, tanto como las señales de tráfico que bajo tus pies pierden el sentido. Quisieras correr hacia ellos. Puede que mañana, cuando creas haberlo conseguido, te des cuenta de que no existen, que eran igual que las ánimas de los chavales. Pero ya estás de pie, corriendo, y ya no puedes dejar de correr. Ahí las melodías libertarias resucitan en ti, y llevas tu mano, sin quererlo, como arrastrada por el viento extinto de tu alrededor, hacia la espalda, y reconoces el acero de tu espada de plástico. Vuelves a querer destrozar canciones, construir castillos de arena, levantar tu voz por encima del mundo, galopar sobre caballos de cartón, reír tras las praderas de cemento, añorar lo que será pasto del olvido, alborotar todos los prejuicios. Vivir y montarte en el tren de la bruja para sentir ese miedo inocente e infantil que nos hace temblar y nos recuerda que, ante la adversidad, se puede sonreír. Es ese el instante, cuando comienzas a creer en utopías morianas, en el que la noria vuelve a girar

No hay comentarios: