...el detalle, el suspiro...

martes, 16 de febrero de 2010

Canto V, Tríptico Deleitoso, Margen Derecho y final.


- Eterno ,te dejo a un lado, no me enseñas a amar,
tus lagrimar de mar a olvidar no me enseñaron,
cansados negros y henchidos cuerpos en mi cultivaron
como en la perfección de la vida, también los males, se han de dar,
como el que gobierna sobre estos prados,
deja en la tierra “Mal”.

Desgastada vanidad, perfección pasajera,
me despido de tus entrañas, alma de vicio,
antes caer por eternos precipicios,
que a la pus de tus gotas agarrar mi edad.
Me marcho,
no comprendo estos cantos.

Me venzo, ante un cansado paso,
ante el jardín del iluminado altar,
ante el sacrificio de sacro pilar,
con el amar vivo me marcho.
¡Mirad como ahora canta alegre la sierpe.
en lo alto de aquel árbol de blanco fuego!

¡Cómo cruza los eternos cielos la ballena blanca,
sobre la mirada atónita del que sueña en este llano!
¡Cómo crees poder alcanzarla con tu mano,
si tus pasos sobre el camino del mar andan!
Aguanta tus risas,
coge velocidad.

¡Mirad además el rojo fuego de los frutos,
el sexo aullando en libertad,
a los monos bramando habéis de mirar,
con el sol traicionado por el cuerdo Bruto,
mientras la noche corre rápido,
y éste anda dolorido!

Orgias fálicas, fálica eternidad,
antepasados y padres rien del día,
tan burlona como amarga es la vía,
del paso de la lisonja a la cruel, como media, felicidad.
Recuerdo de hombres, para la salvación,
para una eterna espera, olvido y piedad.

Mas, ¿Qué importa aquí habitar?
Larga vida, procesión de profesión,
carreras viciadas, y juventud en flor,
carreras sin hambre y aun así ¿libertad?
No llanto del vivo al muerto,
si no del muerto al vivo, por vivir.

Así, crecer a sombras con otro Sagrado,
a su lado siempre estar,
Mas ¿Qué importa aquí habitar?
No hay felicidad, ni Amor atado,
ni hay luz, ni color,
pues sin tierra, nunca hay mar.

¡No quiero el cielo para mí!
Prefiero hablar de vicios, como olvidar,
cantar a un ave, que pasará,
Mirar las tres cabezas de un jardín,
alabar a un ruiseñor,
a las alas del mundo.

Ahora, miles de almas en mi se fijan,
la luz por mí no pasa cuando hablo,
el calor de plata de los sueños,
y mis ojos, como antaño, por última vez miran.
¡Gritar a los hombres, y a las tierras yerman,
al fuego ermitaño y a países de ascetas!

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