Basura y flores muertas,
humo saliendo de las altas cabezas,
torres que se consumen
en espirales de fuego
y una luz negra que todo lo apaga.
El mesías colgado de la luna,
con sus ensangrentados ojos mirando
a los muertos, que, en el cieno,
gritan suplicando no salir,
a los vivos, apuñalándose por morir.
Veo los dragones decapitados
los desplumados ruiseñores,
el alma de las plantas ahogada,
la sangre confundida con carmín,
en labios de muertas y sucias ratas.
El mar, rojo, sigue siendo mar,
bajo un cielo, ciego, que ha dejado de serlo
por no ver el grito de quien huía,
el llanto de quien reía,
el pretérito de la voluntad.
Y bajo el yugo de estos dos,
De estas entidades belicosas
Nacía la muerte de todas las muertes,
La señora del bello caos, bello,
De la informidad informe, pero clara.
Así, con el permiso del creador,
Me dispongo a asesinarlo,
Tras haber quemado el mundo
En las hogueras y en los bosques
Para no dejar hojas verdes ni lluvia.
Justo tras haber visto llorando a las aves,
Pidiendo piedad, para después arrancar
Sus ojos claros para llevarme
A la boca algo que morder,
Mientras el dedo me señalaba.
Y ahora, ¡átame con anillos,
Que yo ya hice un pacto con otro caído,
Que yo ya clavé mi daga
Para despedazar mi dicha,
Y ver cara a cara el fuego de mi vientre!
¡oh, divino! ¡No podréis
Hacer que coman mi hígado,
Ya que he destruido las montañas, el hierro,
La vida y todas tus obras!
De este modo te muestro la mía
Mi gran obra, en esta pira funeraria
Sin redención de pecado,
Ni pecado retentivo, ni epifanía.
Miro tus ojos, mientras quemo tus hechos
A merced de los míos
Porque desde este momento te desafío
Te reto, arrasando tu informe mundo.
Venzo el destino, el rito
Y la libertad pasajera
A mi lado me acompaña otro príncipe
¿tienes angelical ejército?
Úsalo, y sube al monte donde me hayo
He calcinado tu obra
Que bajo mis pies se consume
Oyéndose gritos, pidiendo salvación
¿Quién te recordará entonces?
¿Quién te invocará, muerto de miedo?
¿Qué cobardía usaras conmigo?
Basura, flores muertas,
Y dos espirales de humo negro.
Muerte, sangre, tú y yo.
Baja y mátame, o abré de esperar
Sobre los restos de
Tu mundo podrido, podrido,
Negro, negro, pira que arde
Tu o yo.
Y muerte, muerte, odio, odio,
Y es porque me dejaste solo creador.
Pero descubrir que para crecer hay que morder
Y la razón me alimenta,
Tu fuego se extingue con un árbol
Aunque mientras,
Mi osadía me atormenta,
Por la incertidumbre ante tus actos
Y pido, aun matando con mis manos,
Redención
Tú o yo, o los dos, tú o yo.
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